Juan Antonio Pérez Simón Coleccionista de arte:
"Nunca imaginé que pudiera generar recelo o envidia aquí" Es un hombre de mundo, pero allí, en su casa de Niembro, es más Juan Antonio que nunca y por eso los extraños, no es que molesten, pero distorsionan ese mundo idílico que él se ha creado. Por eso, cuando recibe a LA VOZ, primero parece un poco en guardia, pero luego, al posar en el prado, junto a una escultura de Jorge Girbau, baja la guardia y le aflora la sonrisa. De la casa se podría escribir un libro pero él prefiere que eso siga perteneciendo a su intimidad. Mantiene usted una relación estupenda con el Museo de Bellas Artes de Asturias. Me parece maravilloso lo que se ha hecho allí. Está en mi corazón, es un museo sensacional que tienen muy pocas ciudades de España y va a ser uno de los más interesantes. A eso se tiene que sumar uno. Pero su museo está en México. No es mi museo, es el del grupo (Carso) y se hará otro en Polanco, allí sumaré obras a las salas temporales. A México llegó usted de niño. Sí, a los cinco años me llevaron para México. Yo, de Asturias, presumo todo lo que puedo. Asturias me ha permitido ir por el mundo con los pies en la tierra, para que no me pase como a quien se encumbra y se siente en una nube rosa. Ya en su niñez disponía de grandes medios económicos? En absoluto. Nací en el 41, en la posguerra española. Entonces había muchísimas carencias, pero yo no lo pasé mal porque nos arreglábamos con la economía familiar: vacas, gochos, gallinas... En el campo es donde uno mejor se puede criar y fui el niño más feliz del mundo, hasta los cinco años, que me arrancaron de Asturias. Y cuál fue su primer encuentro con el arte? A los 15 años tuve una novia de 13 que venía de una familia muy culta y me transmitió inquietudes por la literatura "he escrito cinco libros, pero no los he publicado", por la música "pero por mi oído no la he podido cultivar mucho" y por la plástica. Me engancharon la Escuela de Barbizón y el gran rompimiento de los impresionistas. Al terminar mis estudios regresé a Europa para volver a mi tierra y para visitar todos los lugares que tanto había estudiado. Estuve en el Louvre una semana entera recorriéndolo diez horas diarias. No vine a Europa a tumbarme en las playas, sino a alimentar todas aquellas inquietudes. Y cuál fue el primer cuadro que adquirió? Inicié la colección más seriamente en los años sesenta o setenta, pero lo primero que compré, en el Museo del Prado, fueron unas reproducciones de Las lágrimas de san Pedro y de Los borrachos . Y el cuadro por el que siente más apego? No podría decirlo. Son como los hijos y me representan a mí. No los vendería, a menos que tuviera necesidad, porque esos cuadros hablan de mí. Alguno que le haya costado mucho trabajo adquirir? Cuando la colección se fortaleció comencé a comprarlos en las subastas. Las casas nos pasan a los posibles interesados mucha información antes y así uno empieza a conocer la obra. Es como el cortejo. Pero alguna vez se le habrá resistido alguno. Algunos se los he disputado a Andrew Lloyd Weber, el compositor, y una vez cedí en favor de Tita, de la baronesa Thyssen. Por otra parte, es cierto que el día que a Rodrigo Uría, que fue un gran amigo y al que recuerdo mucho, le iban a dar el premio de la Hispanic Society de Nueva York, estaba con él y se subastaba un Barceló. Reconozco que lo peleé a morir. Pero creo que colecciona mucho más que arte. Por ejemplo, los recuerdos de Agustín Lara. Pues sí, a la que fue su esposa le compré el piano, composiciones, su diario y hasta los bastones de mando que le entregaron por toda España. Supongo que contará también con una colección bibliográfica. Es cierto, la biblioteca es muy amplia. Catalogados, hay cerca de 75.000 volúmenes; es porque adquirí varias bibliotecas, entre ellas la del expresidente López Portillo. Algunos de los volúmenes eran regalos y como pude comprobar, muchas veces eso son mordidas (sobornos) falsas. La actualización de la biblioteca es una obra faraónica. Hay doce personas que llevan trabajando varios años en ello y avanzan como la hormiga. Debo preguntarle por un asunto sobre el que han corrido ríos de tinta: La Talá. Compré una porción de tierra y nunca imaginé que eso asumiría un tinte político que llegó a ser tan intensísimo. Así fue como comprendí que el indiano era una representación de poder que gustaba a unos y disgustaba a otros. Para mí, Asturias era mi Arcadia, pero el problema de los que salimos es el regreso. Tenemos que emprender la reconquista. Cuando volví, a los 22 años, me apropié de Asturias, pero cuando asumí otras referencias económicas llegó lo que nunca me había imaginado. Nunca creí que generaría recelo o envidia aquí. Quizás-- no lo sé-- es que alguien se siente incómodo. Que para algunos, reconocer en tí un éxito es como asumir ellos un fracaso. Y antes apostó por Agar. Sí, fue en tiempos de Pedro de Silva. Me pareció bien traer a Llanes, donde no había ni una sola industria, esta planta, y eso que supuso una lucha con los americanos por qué llevarla a cien kilómetros de Avilés, Gijón o Santander?, preguntaban. Y luego, con lo de la Talá ya era el mexicano, el indiano, no Juan Antonio. Me metí en una vorágine, en un tema politizado; estaba muy incómodo y fue muy decepcionante, así que tomé la decisión de venderlo. En el mundo empezaba a crecer la burbuja de los valores de los bienes raíces y en España había un verdadero boom, la negociación fue buena y lo vendí. Ahora estoy tranquilo. Sin embargo se ha dicho que podría adquirir otras propiedades, por ejemplo el palacete donde se rodó ´El Orfanato´. No, no tengo la intención de hacerlo. La experiencia de la Talá me sirvió para no repetir. Conservo el hotel de Barro, que era de la familia de mi esposa, Agar de Asturias, y lo demás lo vendí. Textos extraidos del periódico online:www.lavozdeasturias.es
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